«No se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede construir olvidando el pasado». El Papa acaba de llegar a Benín y ya comienza a sembrar. Llegó al aeropuerto de Cotonú pocos minutos antes de las tres del viernes 18 de noviembre, y en seguida dio a entender cuál es el objetivo que pretende conseguir en estos días: devolver a África la esperanza necesaria para levantarse nuevamente y construir con valentía su futuro. Pero el punto de partida deberá ser el pasado, para descubrir cómo, con la riqueza de su gran tradición, releída y revivida a la luz del Evangelio, es posible derrotar y librarse de las antiguas y nuevas esclavitudes.Este será uno de los hilos conductores del vigésimo segundo viaje apostólico internacional de Benedicto XVI, el segundo a África después del realizado en marzo de 2009. Más aún, en cierto sentido este segundo viaje representa la conclusión natural del anterior. Entonces, además de Angola, había visitado Camerún para entregar, en Yaundé, el Instrumentum laboris de la segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, celebrada posteriormente en octubre de ese mismo año y dedicada a reafirmar el papel de la Iglesia en el proceso de reconciliación, justicia y paz que debe caracterizar el futuro de este inmenso continente. Hoy está en Benín para firmar y entregar, aquí en Cotonú, el fruto del trabajo de aquella Asamblea: la exhortación postsinodal Africae munus, «El compromiso de África».Para el país este gesto del Papa asume varios significados. Benedicto XVI encomienda su mensaje a una comunidad que lo ha esperado para concluir las celebraciones del 150° aniversario de la primera evangelización. Y lo hace recordando a uno de sus hijos más ilustres, que dedicó a la Iglesia de Roma una vida entera, el cardenal Bernardin Gantin. Y el Pontífice, al saludar a Benín en fiesta, recuerda precisamente las tres motivaciones de su visita. Breve pero jubilosa fue la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional de Cotonú, dedicado al cardenal beninés, considerado aquí un héroe nacional. El rito de apertura de la puerta del avión fue acogido con gritos y eslóganes al ritmo de una música festiva típicamente africana, ejecutada por representantes de las diversas etnias con trajes típicos tradicionales. Las primeras palabras pronunciadas, como respuesta al saludo del presidente, pusieron inmediatamente a Benedicto XVI en sintonía con los africanos que lo escuchaban. Unas palabras que dejaban intuir que tiene el deseo de afrontar con los africanos los problemas de África como pueblo y como Iglesia. Y el Papa no dudó en aludir inmediatamente a esos problemas. Son —dijo—«la sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo o tribalismo exacerbado y estéril, que puede llegar a ser funesto, la politización extrema de las tensiones interreligiosas en detrimento del bien común o, finalmente, la erosión de los valores humanos, culturales, éticos y religiosos».A los africanos ha recomendado «prudencia» al tratar de evitar todos estos escollos en el camino hacia la modernidad. ¿Cómo? Dejándose guiar —sugirió— por«criterios seguros basados en las virtudes reconocidas» y enraizados «en la dignidad, la grandeza de la familia y el respeto de la vida».
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